El universo compartido de una Casa-Museo en Milán

Una casa nacida de la relación de treinta años entre Ettore Molinario y Rossella Colombari: un lugar íntimo y visionario donde la arquitectura, la fotografía, el diseño y la escultura se convierten en un único relato emocional.

Una identidad construida juntos

La Casa-Museo de Ettore Molinario y Rossella Colombari nace de una historia de amor de treinta años, construida ladrillo a ladrillo, deseo tras deseo. No es solo una vivienda, sino la expresión concreta de la idea de vivir dentro de sus pasiones. Aquí, la intimidad se convierte en proyecto y el proyecto se convierte en vida cotidiana, un universo compartido que refleja su necesidad de habitar en el mundo del otro, transformando la casa en una extensión de sus imaginarios.

Una isla de diálogos entre artes y memorias

En esta casa-isla, diseñada por LPA - Lazzarini Pickering Architetti y creada a partir de la profunda transformación de una fábrica del siglo XX en el barrio Isola de Milán, cobra vida un diálogo sentimental entre arquitectura, fotografía, escultura y diseño. Un flujo continuo que refleja sus personalidades: Ettore, coleccionista de fotografía y escultura asiática, Rossella, incansable exploradora del diseño italiano. Es un entrelazamiento de sensibilidades que da lugar a proyectos de arquitectura capaces de contar emociones, historias y tensiones creativas aparentemente distantes, pero que aquí encuentran un nuevo equilibrio.

Dos energías, un solo espacio por reinventar

La Casa-Museo se convierte en el terreno fértil de un debate que ha durado desde siempre: la necesidad del coleccionista de vivir junto a los objetos amados y el impulso de la galería de cambiar, renovar, recomponer. Dos fuerzas que podrían haber chocado, pero que en el montaje diario de la casa han encontrado una sorprendente síntesis. El gran círculo que atraviesa y marca los ambientes se convierte en la metáfora visual de su unión: un movimiento continuo que conecta viajes, búsquedas y visiones, compartidas o solitarias.

Una única visión, abierta a quien sepa desearla

Un amigo museólogo ha descrito esta casa con una imagen perfecta: el ojo de Ettore y el ojo de Rossella - Colombina - que juntos componen una única visión. Una obra privada, preciosa y silenciosa, pero al mismo tiempo fluida, capaz de iluminar cada presencia que la atraviesa. Por esto, la Casa-Museo se abrirá en ocasiones especiales, ofreciendo una visita-deseo a quien sepa captar su esencia. Porque es el deseo, cotidiano e irrenunciable, lo que la hace viva.

Un gesto circular que genera el espacio

La entrada desde el patio conduce a un gran espacio cubierto a dos aguas, definido por arcos que evocan atmósferas casi eclesiásticas, a medio camino entre un laboratorio y un lugar sagrado. La complejidad estructural ha llevado a una idea primaria clara: un gesto circular, primero único y estático, luego evolucionado en dos circunferencias abiertas y desplazadas, capaces de generar trayectorias dinámicas. Esta geometría gobierna todo el proyecto y estructura un gran espacio fluido que es a la vez doméstico, expositivo y teatral. Un entrepiso alberga las funciones de la vida contemporánea, manteniendo una continuidad visual total gracias a puertas correderas y cortinas retráctiles. Paredes, pasarela, barandas y largos estantes se convierten en superficies expositivas para más de 1000 metros cuadrados dedicados a fotografías, esculturas y diseño, mientras que lucernarios y un nuevo patio introducen luz cenital y conexiones con el cielo en cada ambiente.

Un equilibrio entre técnica, luz y narrativa

Elementos estructurales como pilares y portales marcan el espacio como secuencias cinematográficas, ordenando la vida cotidiana en una fluidez narrativa. Avanzadas intervenciones técnicas han consolidado, aislado e insonorizado todo el edificio, garantizando comodidad y condiciones óptimas para la conservación de la colección fotográfica. Dos lugares ocultos - un archivo bóveda y una sugerente piscina oscura - completan la dimensión privada. En el exterior, el patio se convierte en un lugar de encuentro, definido por tres grandes estructuras de chapa metálica perforada que funcionan como asientos, macetas y Mashrabiya contemporáneos, creando islas de vegetación y juegos de luz. También el SPA dialoga con el exterior gracias a un enrejado de bambú negro que filtra la luz transformando las ventanas en linternas nocturnas. Una Casa Museo que fusiona arte, arquitectura y vida cotidiana en un equilibrio sobrio y acogedor.

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