Seasons. Maurizio Cattelan interpreta la montaña, la historia, la caída.

Un camino urbano entre arte y símbolo

Cattelan pone en escena una reflexión potente sobre la ciclicidad de la vida, los valores que se transforman, la historia y sus contradicciones. Sus obras ocupan espacios públicos cargados de memoria: el Palazzo della Ragione alberga November (2024), un homenaje al tema de la marginalidad; la GAMeC acoge Empire (2025) y No (2021), mientras que en el Ex Oratorio di San Lupo se exhibe Bones (2025), símbolo de poder deshecho. Cierra el camino la instalación site-specific One (2025), ubicada en la Rotonda dei Mille.

El arte como crisis de la identidad colectiva

Cada obra es una interrogación. Bones, un majestuoso águila de mármol estatuario de Miguel Ángel, yace en el suelo: un gesto que trastorna siglos de iconografía imperial. Empire encierra un ladrillo en una botella de vidrio, metáfora de una revolución nunca completada. No borra el rostro de Hitler de niño, escapando a todo intento de reconocimiento y condena. En November, un indigente orinado rompe el silencio de las instituciones y las convenciones sociales. One, finalmente, injerta un gesto infantil - un niño haciendo una pistola con los dedos - en la estatua de Garibaldi, abriendo a una lectura crítica de la historia nacional.

Arte pública y memoria urbana

Seasons no es un experimento de arte público que pone en diálogo la ciudad, su historia y su topografía con las urgencias del presente. Cada ubicación es elegida con cuidado, cada gesto artístico excava debajo de la superficie de la representación. Cattelan no propone respuestas, sino que siembra dudas, invita a pensar en la montaña como espacio de paso, de transformación, de pérdida y renacimiento.

Entre site-specific y comunicación urbana

Completa el proyecto una campaña visual que también involucra el Kilometro Rosso de Jean Nouvel: una acción de comunicación site-specific que amplía el alcance del proyecto, llevando el arte a los lugares de trabajo e innovación.

Con Seasons, Cattelan redefine los límites del arte contemporáneo como un espacio crítico, capaz de cuestionar el poder, la historia, el individuo. Una exposición que se atraviesa, se habita, se pone en discusión.